martes, 18 de julio de 2017

FLAMENQUINES DE TERNERA.

Siempre se ha cuestionado el origen de los flamenquines, son platos muy arraigados en Andalucía y se atreven a apuntar quien fue su inventor. Según me dicen los propios vecinos del  Restaurante Madrid-Sevilla de Andújar,en la provincia de Jaén, que allí Manuel Gavilán por el año 41 inventó el flamenquín y así la familia en el bar ha seguido la receta original hasta que cerró el restaurante hace unos cuantos años. También hay que decir que la carretera nacional Madrid-Sevilla, antes, a su paso por Andújar, pasaba por la puerta del bar, y allí paraba todo el mundo a degustarlo por la fama que tenía. De todos modos, en cualquier otro lugar del valle del Guadalquivir son magníficos, seguro que el flamenquín que te sirven te sabe a gloria.
El flamenquín básicamente consiste en trozos de jamón serrano (macerados en vino) enrollados en lomo de cerdo, rebozado en pan rallado y posteriormente rebozado en harina-huevo-pan rallado y frito en aceite de oliva AOVE. Se puede acompañar de patatas y mahonesa o de una buena ensalada de tomate.
Hoy los haremos con ternera, quedan espectaculares y para el gusto de los pequeños con jamón serrano en lonchas en lugar de una pieza de taco y un poco de queso que lo suaviza.
INGREDIENTES: 6 filetes de ternera, 6 lonchas de jamón serrano, queso semicurado, 150 ml. de vino montilla para macerar los filetes, sal.
Para el rebozado: 1 taza harina de trigo, 2 huevos grandes, 1 taza de pan rallado,
aceite de oliva abundante para freír los flamenquines.


PREPARACIÓN: Maceramos los filetes 3 o 4 horas antes con el vino. Para prepararlos estiramos bien un filete con la maza, lo salpimentamos y le ponemos la loncha de jamón serrano sobre el filete, ponemos el queso de nuestro gusto en poca cantidad y enrollamos.
Lo pasamos al plato donde tenemos la harina, le damos la vuelta para que coja harina por todos sus lados y lo dejamos en un plato mientras preparamos el resto, esto les dará firmeza. Batimos el huevo batido en otro plato o fuente, le damos una vuelta para mojarlo y por último lo pasamos por el pan rallado. Los dejamos reposar un rato, y si no los vamos a consumir todos, cuando pase un cuarto de hora los preparamos en una bolsa para congelar.
Los freímos en abundante aceite de oliva a fuego fuerte o en la freidora hasta que los veamos dorados. Servimos a nuestro gusto.
La ensalada de lechuga y tomate con su buen chorreón de aceite y vinagre es el mejor acompañamiento, y un poco de mahonesa. Pero los niños siempre lo prefieren con patatas fritas y huevo, ¡contundente!.

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